sábado, 31 de mayo de 2008

El espejo vacío del poder

Carlos Vásquez – Zawadzki


ÉL, caminante ensimismado, solitario, mirando sin ver hacia todos lados de la multitud.
Sus ojos –párpados abotagados de pez bacalao, rojizos, de hombre desvelado o mal dormido siempre—son claros. Pero, su mirada huidiza parece carecer de un cerebro lúcido; entonces, sin conocimientos ni pensamientos. Es líquida, como esos días lluviosos de la Feria del Libro, vacía.
De pasos cortos como corta es su estatura.
Y vestido de paño gris del cielo invernal de la capital.
Yo lo sigo a prudente distancia. De un stand de libros a otro, de un editor nacional a otro internacional.
Camina, desplazándose como un autómata.
El pecho –antes de pavo real en el paraíso perdido de la política- es ahora un tanto hundido, seco. Como de náufrago en las arenas inhóspitas de la ciudad estrepitosa, de mar de leva del Mal.
El abundante bigote es blanco y canoso el cabello. La cabeza desproporcionada para su estatura le pesa sobre los hombros, ayer victoriosos de su propio poder, hoy derrotados.
Continúa transitando en su insignificancia y sola soledad. De pronto, aquí y allá mira de soslayo tratando de identificar y detenerse en un rostro conocido, en un nombre o voz que lo reconozca de alguna manera.
Me recuerda “El hombre de las multitudes” de Edgar A. Poe… Solitario como hueso sin carnadura ni humana ni social. Un fantasma de día, un innombrable de la noche.
Ayer, dice la fábula de Esopo, respiraba y respiraba y su pecho esponjado era el de un comandante (o comendador inquisitorial) de muchas estrellas y galones. Caminaba por todo el país, y por las primeras páginas de periódicos, radio periódicos y noticieros de televisión, con las mandíbulas y los puños apretados. Una fiera de la Constitución del 91. Con los ojitos puestos en un solo punto: el poder, y el supremo poder.
Temible, mucho peor, temido; en especial por la clase política en proceso de ocho y ceros. Las huellas de sus pisadas eran memorables por la metralla de sus tacones de cuero o madera. Rodeado de círculos de guardaespaldas, cuando pasaba con su séquito armado dejaba un inconfundible olor de invencibilidad.
Todos los ojos del país de Colón –colonizados nosotros- cabían en su mirada oblicua. Y sus decisiones implacables, desmoronaron poderes regionales a nombre de una moral o ética pública. Todo el Congreso temblaba –asimismo el señor Presidente de la República de entonces, con su elefante a cuestas- como gelatina blanca de pezuña de buey.
Dios, diosito tronante, castigador. Su segundo al mando, clon del poderoso, era jupiterino. Derrumbaba muros de infamia de los políticos del Cartel de Cali con su voz estentórea.
Pero, alguien en el camino psicótico del poder le vendió la idea de subir escalas todavía más altas. O surgió de su propio y pobre caletre. Porque, se dice en el imaginario popular: todo colombiano desde niño desea ser Presidente. Entonces, mentira o verdad, renunció a su cargo fiscalizador. Y pretendió presentarse a elecciones. Y nada ocurrió. Nada.
Hoy, solo solitario se mira al espejo de nuestras miradas y no encuentra su imagen perdida, porque ésta sólo habita su memoria desvanecida en el aire. Hoy está vacío por dentro y por fuera. Y su diario transcurrir es monólogo silencioso. Un monólogo delirante, como ocurre con los sentimientos de culpa políticos.
Hoy es “don Nadie”. Mal amado. Mal recordado y bien olvidado. Un borrón sin cuenta nueva. Aquí, una borronadura.

jueves, 22 de mayo de 2008

Tertulia literaria ‘Sanín Cano’ del PEN de escritores

Carlos Vásquez – Zawadzki

El PEN Colombia de escritores y escritoras –poetas, ensayistas, narradores, traductores, editores, comunicadores, historiadores-, es una de las 141 organizaciones no gubernamentales adscritas en 99 países al PEN Internacional, fundado éste en 1921. En la “Carta” se plantea lo siguiente: los miembros (…) utilizarán en todo momento su influencia a favor del buen entendimiento y del mutuo respeto entre los pueblos; se comprometen a hacer todo lo posible para erradicar los odios raciales, de clase y entre naciones.
Recuerda J. Leedom - Ackerman: el PEN defiende el principio de la libre circulación de las ideas entre todas las naciones y se opone a toda forma de restricción de la libertad de expresión. Más aún: el papel del PEN es preservar un ámbito propicio en el que las mujeres y hombres de letras ejerzan la imaginación y compartan su creación con una comunidad transcultural de iguales. (1)
En Colombia, el primer presidente del PEN y su fundador, fue el Maestro Baldomero Sanín Cano (recientemente, una selección en cuatro volúmenes de sus obras realizada por Otto Morales Benítez fue publicada por la Universidad Externado de Colombia).
Para el 2008, y en honor al primer ensayista contemporáneo del país, el PEN Colombia estableció la Tertulia literaria ‘Baldomero Sanín Cano’.
La Tertulia se presenta como “espacio de encuentro –espacio de comunicación- de los integrantes del PEN Colombia de escritores y escritoras, como también de los mismos con escritores, editores y lectores invitados.
“Aquí los participantes, en común interés por el placer de la lectura y el saber, se reúnen para comentar y discutir un libro o temática elegido previamente: bien de uno de los escritores o escritoras que hace parte del PEN, bien de un escritor colombiano o extranjero”.
La Tertulia literaria se reúne el último jueves de cada mes. Esto, con el apoyo permanente y generoso de la Librería Lerner del Norte y su directora Alba Inés Arias, quien ofrece a los asistentes una tasa de café suave o bien un sabroso té de aromas orientales.
En su primera sesión, los directores – fundadores de las revistas El Malpensante (Andrés Hoyos), Al Margen (Ramiro Montoya), La Hojarasca (Enrique Santos M.), Libros & Letras (Ileana Bolívar) y Letras del Sur (Edgar Bastidas y el autor de esta nota), hicieron una breve historia de las mismas y respondieron interrogantes sobre con quiénes se hace una publicación, para qué lectores-as es pensada una revista, y el resultado del trabajo en cuanto a recepción, circulación, crecimiento y perspectivas.
Para la segunda sesión, el próximo jueves 29 de mayo, entre las 5:30 y las 7:30 p. m., la Tertulia literaria presentará el libro del escritor suizo André Bonnard, “Los dioses de Grecia”, traducido por el poeta, ensayista y narrador Edgar Bastidas Urresty. La profesora Lida Marcela Pedraza trazará un perfil del autor y su traductor. Asimismo se establecerá un diálogo con el público presente sobre la actividad del traductor, sus problemas de saber y lenguaje y sus contextos socioculturales al recrear en español un texto francés sobre mitología griega.
La asistencia a la Tertulia literaria es libre y gratuita.

(1) J. Leedom-Ackerman, “El papel del PEN en el mundo contemporáneo”, Rev. Periplo, México, 2007, pp. 17-19.

Buscar los ceros…

Carlos Vásquez – Zawadzk




…formulaba Nietzsche. Para trazar una línea temporal –cortante y definitoria- entre un antes y el ahora, un pasado y el futuro.
Esta busca de los ceros nos interesa con relación al país colombiano y la crisis actual de valores, más civilizatoria que política. Ello, a través de una cartografía social:
· La Constitución de 1991, considerada como matriz de sujetos o ciudadanos y del tejido social. Matriz política y sociocultural fundamental, la cual es preciso consolidar y ampliar y reglamentar hacia procesos de justicia, equidad, igualdad, económicas y simbólicas. Asimismo en lo que concierne a la separación de poderes y su equilibrio institucional.
· Una Carta, incluyente de todos y todas, posibilitando la construcción del <>. En el mismo, el establecimiento de una medida común para toda la ciudadanía.
· La paz, entendida no como el final de los conflictos político-sociales, y el término de toda violencia, cuanto el reconocimiento del Otro. Se trata de abordar y resolver con la palabra los conflictos, escuchando las diferencias y aceptando la alteridad.
· Una sociedad civil fuerte, determinante –organizaciones y partidos políticos serían su correlato-, fundamentada primero en el valor y la protección y el sentido de la vida, como también del tejido social. Y segundo, fundamentada en valores éticos individuales y públicos: una sociedad civil laica democrática.
· La construcción de un país deseado, sobre la base de esta sociedad civil plural, laica, democrática. Una sociedad civil participativa y actuante de un <>.
· Organizaciones y partidos políticos cuyos sujetos participativos y democráticos incorporen a su filosofía y prácticas, el valor supremo de la vida y principios éticos individuales y públicos; también esta medida común para toda la ciudadanía.
· Los y las hacedores-as de la política, ciudadanos y ciudadanas formados interdisciplinariamente (en ciencias sociales y humanas): todos y todas los funcionarios públicos, conocedores de las realidades históricas del país, la administración y la juridicidad.
· Un Congreso de la República, unicameral.
· Una geopolítica nacional e internacional, a su vez ecofilosófica, en cuanto a los sujetos, la sociedad y la Naturaleza, concebida en estructuras físicas y administrativas regionales y no departamentales.

Bitácora política

Carlos Vásquez – Zawadzki

El armario y su estantería del Congreso, puesto el ojo investigativo de la Corte Suprema de Justicia en la doblez ante el espejo de los valores públicos de nuestra clase político-legislativa, se caen, se están cayendo y así continuará ocurriendo semana a semana.
Ante los hechos, es decir, la corrupción de la mano en la mano con las criminalidades del narcotráfico y paramilitar, en la que se niega el valor positivo de la vida, formulamos algunas sentencias iníciales:
Todo dogma (político, religioso, económico, estético…), encierra. Y al encerrarse los sujetos sociales, enloquecen. ¿Entregaríamos un arma de fuego a un alienado?
La intolerancia en la palabra y la acción (cuando decir es siempre hacer) disuelven en sangre y negación la vida social y sus diferencias. Las hegemonías de pensamiento saben a final de la Historia.
Si la educación construye sujetos sociales en la renunciación a la satisfacción egoísta de sus deseos, ello, para poder dialogar y simbolizar, definir derechos y deberes, nuestro sistema educativo republicano y actual es un fracaso histórico. El nuestro es un país de la insularidad mas no de la solidaridad.
La oposición es el Otro de las diferencias, con quien argumentar y dialogar, siendo inteligentes e inteligibles, para construir desde diferentes puntos de vista y colectivamente el denominado país democrático.
Los confesos pero avaros y calculadores criminales paramilitares: su placer perverso en el terror, sin limite en su sadismo al destruir al Otro. Ello, para acumular capital en el mercado de la muerte o vida sin valor.
Seis millones de niños con hambre, dos o tres en la miseria, constituyen el espejo trisado y vergonzoso del país económico. Sobre la niñez enferma o infeliz sólo políticos y economistas monstruosos construyen una geografía a la que llaman patria, sin justicia ni equidad.
La realidad deseada, la suave patria; y mejor, la matria suave. ¡Rememoración del poeta mexicano López Velarde!
Colombia: preguntémonos filosófica, luego, políticamente, por qué estar juntos y qué nos uniría –a nosotros, sociedad civil- material y simbólicamente, afectiva y razonablemente.
¿Unirse para fusionarse y desaparecer, política o erótica o económica o militarmente en el Otro y devenir un solo cuerpo? Esos tipos de incesto repugnan a la inteligencia.
Una tarea mancomunada: buscar ciudadanos y ciudadanas éticos y cultos, que renuncien a una voluntad de poder a toda costa, generosos y trabajando por el bien común. Produciendo capital simbólico, creando tejido social, país presente y futuro.
El bruto guerrero político, con sus razones individuales y de Estado, nos ha llevado a la guerra permanente, a las injusticias sociales de todo tipo. Es hora de una democracia de las ciudadanas al poder, con otras razones: ternura, respeto a la vida, justicia, paz…

Consejos a jóvenes y viejos escritores

DE LA PLUMA DE ANDRÉ GIDE

Un texto significativo del Premio Nóbel de Literatura de 1947, sobre el Arte de vivir y escribir.


por Carlos Vásquez – Zawadzki


Gide afirma escribir un breve tratado de alabanza del buen obrero de la pluma literaria en ‘Consejos al joven escritor’, manuscrito encontrado después de su desaparición y publicado de manera inicial por la N.R.F.: “sólo se trata aquí del oficio”.

El tratado (del lat. tractatus; y fr. maniement, manejo, tacto y convención, pacto) se escribirá fragmentaria, polémica y mejor brevemente, al abordar temas o problemas del oficio de la escritura. Oficio o trabajo en el lenguaje, tensionados –como un arco- por ideas de economía y medida estéticas (pocos años más tarde, un Ezra Pound subrayará esa economía en la raíz etimológica de dichtung que significaría asimismo poesía, en lengua alemana): “La obra de arte –escribe entonces Gide- la deseo enteramente gratuita, pero en ésta no tolero ninguna profusión insignificante y no estimo para nada que se alcance la perfección si queda en la punta de mi estilógrafo más tinta de la necesaria para la expresión estricta de mi pensamiento. En arte todo lo que no es útil, perjudica”.

El artista, el escritor, no agotaría su saber - hacer en el conocimiento o entrenamiento –logrado a través de la lectura- de procedimientos o técnicas o retóricas estilísticas. El dominio de procedimientos formales aseguraría, sí, a los mediocres, un esfuerzo menor y el más grande éxito. La habilidad, por el contrario, es aquella que en último momento aconseja la emoción, la inteligencia de la emoción.

Al artista franco (franc, es decir, libre y que dice o escribe lo que siente y piensa), “cada nuevo tema (sujet) propone una nueva dificultad, y para triunfar no es nada toda adquisición precedente”. Así, el virtuosismo –asentado en el saber de procedimientos y técnicas- sólo produciría banalidades: Quien debe perfeccionarse es el artista, no el oficio... En este sentido también, “cada obra de arte es un problema resuelto”.

Gide recuerda esta sentencia de Keats: Better be imprudent moveables than fixtures: vale más ser imprudentes que petrificarse en la seguridad. Seguridad de todos y de cualquier orden: procedimental o retórica, temática, estética, ideológica, religiosa, psicológica, identitaria, en fin, social y cultural.

¿Incomprensión de los lectores frente a una nueva o novedosa obra artística? “El artista fuerte no se queja en absoluto de no ser comprendido por su época. Extrae más bien de esta incomprensión una garantía de supervivencia”: Esto, porque el público –el lector, el consumidor de hoy- sólo aplaudiría lo que puede reconocer. Lo novedoso, desquiciaría, lo sacaría de su lugar y seguridades. El público aplaudiría la parte de la obra menos apreciada por el artista o escritor. Los supuestos defectos que hoy afirma encontrar en una obra, serán virtudes para la próxima generación. Y a sus alabanzas habría que prestarle un solo oído; pero los dos, a la crítica, a los críticos.

El artista grande es primero que todo una gran escucha. Es paciente. Aborda la obra artística desde todas sus partes y desde todos los puntos de vista. Sabe que la grande obra escandaliza no tanto por su novedad –tan cara a un Baudelaire-, cuanto por su rechazo a aportar lo viejo o desueto. Su originalidad más real “es aquella que no se conoce”; misma que no tiene circulación. Pasa desapercibida: “La obra de arte realizada no se hace notar”.

Gide dará dos consejos finales:
1. Escribir lo menos posible.
2. Sólo escribir lo indispensable.



El laberinto del incesto en Colombia


Carlos Vásquez – Zawadzki



La violación del tabú del incesto sigue tocando
la fibra sensible de nuestra sociedad,
Laura Castaño

Historiadores y antropólogos afirman que la historia humana evitaría el incesto a lo largo de las civilizaciones. Y como prohibición universal, atravesaría las culturas de todas las épocas.
Algunas hipótesis explicarían este tabú. Por ejemplo, la biológica, según la cual el incesto “haría aflorar alelos recesivos que podrían resultar fatales desde el punto de vista genético cuando se dieran juntos en un mismo individuo”. Existen además las hipótesis psicoanalítica, relacionando parricidio e incesto desde la prehistoria; la económica, afirmando que la exogamia favorecería vínculos extrafamiliares y reparto del trabajo comunitario; y la hipótesis de la familiaridad: sujetos que crecen juntos generarían una aversión en cuanto su posible apareamiento.
Osman et al., nos recuerda M. I. Castillo (1), definen el incesto como “la relación sexual entre parientes cercanamente relacionados, ejemplo entre niño y padre o tío, entre hermanos o más ampliamente entre padrastro o hermanastro”.
Y en el Código Penal Colombiano: “Incesto. El que realice acceso carnal u otro acto sexual con un ascendiente, descendiente, adoptante o adoptivo o con un hermano o hermana, incurrirá en prisión de uno (1) a cuatro (4) años”.
En Colombia, el incesto se presenta como un problema social y cultural de grandes dimensiones, sin que todavía reconozcamos o aprehendamos ni su gravedad ni sus consecuencias a presente y futuro.
Ello, en tanto “práctica destructiva física, sexual y psicológica, que deja secuelas graves en sus víctimas”, como lo advierte Castillo Amézquita.
Las cifras: en el año 2005, por ejemplo, entre 18.474 dictámenes sexológicos, se clasificaron como incesto el 18.77%, es decir, 3.468. Un promedio de diez incestos diarios en las ciudades del país…
“El grupo más vulnerable fue el de los menores de edad y más del 70% de los casos se concentra en los grupos de 5 a 9 y de 10 a 14 años”. Adicionalmente: “el 88% de las víctimas son de sexo femenino”.
¿Quiénes son los agresores, transgresores del tabú del incesto? En la Colombia urbana, el padrastro o el padre, en el 80.4%. ¡Determinantes? La cultura del machismo y prepotencia del varón respecto de la mujer; la permisividad de las madres; la pseudoparentalidad; las familias con padres denominados periféricos, etc.
Quizás lo más grave y aberrante, la circularidad de la práctica. “Se puede decir, afirman los estudiosos colombianos, que el incesto pasa de generación en generación”.

(1) M. I. Castillo A., “El incesto, más allá de lo social” – Instituto Nal. de Medicina Legal y Ciencias Forenses.

Encuentros

En el lenguaje de los mundos posibles


Hacia poderes que circulan, son dialogados y horizontales


por Carlos Vásquez – Zawadzki


La pregunta guerrera es afirmación de fuerza y violencia, territorializadas y sin medida de tiempo frente a la conquista del poder.

Por el contrario, el interrogante por la paz sería un espacio y tiempo para actividades comunitarias, en las cuales se tejerían o entretejerían relaciones sociales –mejor, intersubjetividades nuevas o inéditas-, con un pasado de diferencias irreconciliables pero con un presente y futuro de producción social de bienes materiales y simbólicos. Para, mediante un contrato establecido por consenso ético de justicia social, intercambiar esos bienes materiales y simbólicos.

El interrogante por la paz lo sería de igual forma por el poder, en relación con una sociedad colombiana justa, convivial, comunicativa, pacífica:

“Dominar, dirigir, gobernar, grupo de poder, aparato de Estado, etc. (...) son un conjunto de nociones que piden ser analizadas. Asimismo, sería preciso saber hasta dónde se ejerce el poder, mediante qué relevos y hasta qué instancias, a menudo íntimas, de jerarquía, control, vigilancia, prohibiciones, coacciones. En todo lugar donde hay poder, el poder se ejerce. Nadie, hablando con propiedad, es su titular y, sin embargo, se ejerce en determinada dirección, con unos a un lado y los otros en el otro; no sabemos quién lo tiene exactamente, pero sabemos quién no lo tiene” (Foucault).

El poder del o de los centros, el poder vertical, el poder del príncipe (y sus metáforas republicanas: presidente, comandante...), el poder radial hacia los vórtices o regiones, sería el de sociedades que miran hacia atrás, fundamentado en instituciones, sujetos, espacios, riquezas, órdenes discursivas, bajo la ley o juridicidad patriarcal.

Pero, el poder que circula, es dialogado, horizontal –planteado no en términos negativos del soberano que prohíbe y los súbditos que dirían sí a las prohibiciones del patriarca- podría ser el poder como encuentro entre el Estado y la Sociedad civil. Es decir, un poder interactivo –constructor precisamente de intersubjetividades nuevas o inéditas- para intercambiar con justicia bienes materiales y simbólicos. Poder descentrado –si se prefiere, federalizado-, socializado. Sin acumulación oligopólica de riqueza financiera o industrial ni feudal de la tierra.

Así, el interrogante por la paz se centraría –descentralizando la voluntad de poder- en la asunción por la sociedad colombiana toda, de su conflicto radical e histórico: una ética, cultural, política y económica, frente a la pobreza. De nuevo, en la construcción de espacios y tiempos comunitarios para tejer o entretejer intersubjetividades (tejido social) con presente y futuro en la producción e intercambio de bienes materiales y simbólicos.

Se trataría, en su conjunto, de inquirir por lenguajes de encuentro(s), desterritorializado(s) y desarmado(s). Como también, por encuentro(s) en el lenguaje, en su función comunicativa o socializadora.

Lo que se propone es el cuestionamiento de las desigualdades e injusticias sociales. Cuestionamiento radical de un modelo de sociedad de acumulación de capital y de mercado, en un proceso histórico en el cual ninguna de las partes –los actuales actores o agonistas del conflicto- detente y prolongue una visión y acción seculares del poder, propias de las cerradas, explotadoras y violentas sociedades del pasado en el presente. Ello, transformando lenguajes y realidades de exclusiones, al tiempo que reinventándose individual, intersubjetiva, comunitariamente.

Los encuentros se construyen en el lenguaje. En el lenguaje de los mundos posibles.


Impuesto al patrimonio, para la paz

Carlos Vásquez – Zawadzki


Las cifras son lógica pero a la vez perversa, psicóticamente contundentes.
El rubro de inversión del Ministerio de la Defensa es de 5’6 billones de pesos. Esa cifra no la contamos los colombianos y las colombianas sumando todos los dedos de las manos.
Y lo recaudado por impuesto al patrimonio es del orden de los 8’2 billones. Como contar en noche sin luna estrellas en el firmamento.
Este impuesto de ley al patrimonio es para hacer más fuertes los fortísimos hombres en armas de la seguridad democrática. Hombres que crecen año por año en número y en armamento y tecnología. El propósito, haciendo la guerra, fuego contra fuego, llegar un día a establecer diálogos de paz, y quizás, firmarla, con la entrega por parte de la guerrilla de las armas y el silencio definitivo de las mismas.
Ahora bien, con 5’6 billones, y en poco menos de seis meses, llegarán al país militar y su lógica de acciones guerreras en busca de la paz remota: 25 helicópteros, 13. 000 armas, 8. 000 fusiles, 187 camiones blindados y 8 aviones Supertucanos. Todo esto reforzará al ejército, la armada, la fuerza aérea y la policía nacional. El restante del recaudo fiscal se invertirá en logística y mantenimiento.
Pero, ante tanta alegría o euforia armamentista y pechos inflados, ciudadanos y ciudadanas sin imaginarios de guerra supuestamente victoriosa al alcance de las manos y las balas, nos preguntamos en nuestra ingenuidad confesable:
¿Establecerían, Gobierno y Congreso, un impuesto al patrimonio –tanto o más jugoso que los 8’2 billones recaudados para la guerra- apuntando a la justicia, la equidad o igualdad de oportunidades para todos y todas, y la paz?
Un impuesto así, por una sola vez, para hacer una reforma agraria fundamental, y hacer una revolución verde y tenencia de la tierra en manos campesinas para un país sin hambre a corto plazo.
Un impuesto así, para transformar el sistema de valores educativo, escolar y universitario, formando ciudadanos y ciudadanas honestos y justos, autónomos y responsables; estudiosos y en formación permanente. Investigadores, verdaderos productores de conocimientos alternativos. Docentes eco-filosóficamente formados a su vez y pedagogos de la liberación, la dignidad, la comunicación, la alteridad y el respeto de las diferencias.
Un impuesto así, para generar trabajo –desde iniciativas de producción de riqueza familiar, grupal o asociada y empresarial, ésta última con responsabilidad ambiental y social.
Un impuesto así para construir, en fin, el país deseado.

Una nueva sociedad civil

Desobediencia, resistencia y organización de la Sociedad civil frente al Estado y los actores del conflicto.


por Carlos Vásquez – Zawadzki


Otra sociedad colombiana –inédita, desconocida y quizás utópica- se construiría y construiríamos justa y democrática, sin delegar responsabilidades en el Estado ni en cualquiera de los actores implicados en el conflicto (los de la izquierda como los de la derecha). Y en primer lugar, sin delegar nuestras responsabilidades en la clase política y política-empresarial, causa efectiva histórica del colapso y disolución del país colombiano del presente.

Ello, para refundar una sociedad civil responsable –críticamente responsable-, dinamizada en la participación política y anclada en una ética pública y privada, incuestionable.

Desde la Independencia y la República de los Generales en el poder, y más determinantemente desde mediados del siglo XIX con el proyecto liberal (desmonte jurídico del Estado colonial, cambio de ciertas instituciones acorde con la clase que comandaría la hegemonía, fortalecimiento del y de los poderes regionales, liberalización económica y del mercado opuesta a las demandas del artesanado, descentralización de rentas públicas, abolición de la esclavitud, desamortización de bienes de manos muertas, atribución de poderes al parlamento...), nuestra ‘democracia’ habría sido formal.

Nada, nada más que una democracia formal: sociedad de injusticias y exclusiones, de ayer y hoy en la Historia. Y representativa desde el punto de vista político, en la cual contados sujetos patriarcales (el voto femenino se hizo realidad sólo a partir de 1957), mediaban a la vez que consolidaban para sí y la clase en el poder, el orden social –económico, político, jurídico, cultural, educativo...- de injusticias y exclusiones existentes.

Si bien la Constitución Nacional de 1991 se habría pensado, dialogado y redactado de forma horizontal –por oposición a la centralista de 1886 y su correlato teocrático, el Concordato con la iglesia católica, la delegación en la misma del proyecto otrora republicano de la instrucción y la formación públicas y privadas y la imposición de una cultura nacional de la intolerancia--, redactado, decimos, de los vórtices al centro y viceversa, descentralizante a partir de una visión otra del espacio humano y geopolítico, la mediación –las seculares delegación y representación políticas de la sociedad civil-, volvió a centrarse en sujetos ideológicos inmodificables, con puntuales excepciones.

Mismos sujetos políticos que siguen directrices –en su mayoría- de la lógica económica del mercado, neoliberal (además de considerar el patrimonio del Estado, nuestros bienes comunes y públicos, como un botín, situación que desde el Frente Nacional y su exclusión clasista de la oposición política generó la corrupción sistemática de los llamados ‘cuellos blancos’ y el saqueo del Estado), lógica del mercado cristalizada en gremios poderosos, monopolios y oligopolios, y por extensión y conjugación, en los grandes capitales y mercados de la globalización postmoderna.

En ruptura con lo anterior se propone hoy el siguiente ‘axioma’, conducente a posibilitar, abrir y consolidar procesos sociopolíticos, económicos y culturales: Ningún sujeto político tradicional nos representa. Asumiríamos así, directamente, metiendo al fuego nuestras propias manos y conciencia, en una dimensión axiológica de liberación y libertad, nuestro destino y nuestros ser y hacer de todo orden. Autónoma, libremente.

Sí, en la gestación de una cultura política de las diferencias y los consensos, éticamente actuantes en un desconocido saber-hacer y en el ser, sociales e individuales. Terra ignota, la de la justicia y la convivialidad. No deleguemos –en y desde la sociedad civil, sus desobediencias, resistencias y organizaciones-, luego, la existencia del Estado actual y su institucionalidad clasista, dejarían de tener razón y sentido de manera definitiva.



La negación del Otro y los silogismos políticos

Discursos ideológicos y pulsiones de muerte en Colombia

El ejecutivo y la oposición sostienen discursos auto-referenciales y mejor ‘fractales’, esquizoides y de verdades asimismo auto-reveladas.


Presentación innecesaria

La Torre de Babel se habría caracterizado porque sus habitantes hablaban lenguas diferentes. De allí, bíblica e históricamente, la incomunicación entre sus habitantes. No obstante, la traducción de una lengua a otra u otras –como ocurre con Cien años de soledad, de nuestro universal Gabriel García Márquez, obra que cuenta con millones de lectores en múltiples culturas y lenguas--, es cuestión que resolvería la incomunicación por ejemplo en la República de las Letras o bien en cualesquiera Torre de Babel. Es posible que el traductor traicione dimensiones de sentido de la lengua original vertida a la que se traduce, pero la recepción del o de los mensajes posibilitan ‘medir’ por ejemplo a través de la seducción, el enamoramiento o mejor –como sugería E. A. Poe- el efecto alcanzado en el receptor, y deseado por su autor, la vitalidad, la calidad, la pertinencia del texto traducido y comunicado.

En Colombia, como conceptualizaría un Jean Baudrillard, el gran sociólogo francés, la situación discursiva sería fractal. Con ello se estaría manifestando la imposibilidad generalizada y total de comunicar –hablo de los actores del conflicto, actores que podríamos ser todos, incluyendo al ejecutivo, al legislativo, al judicial, a la sociedad civil, además de todas las fuerzas armadas, regulares e irregulares--, porque cada uno de los mensajes producidos no tendría un referente discursivo o más bien una red de referentes discursivos que posibiliten su recepción, el diálogo, la comunicación. Asimismo porque las estrategias discursivas serían auto-referenciales, sordas y ciegas, productoras cada uno de efectos de verdad y realidad, su verdad y su realidad, y no buscarían ser recepcionadas por Otros sujetos sociales diferentes a los Sí mismos, aquellos quienes razonan en una determinada hegemonía del pensar y actuar.

La negación del Otro

“Quien me niega, me mata”, formulaba simbólica y lapidariamente el premio Nóbel de literatura Albert Camus. En Colombia, de centro, de izquierda o de derecha políticos, encerrados en verdades incuestionables o dogmáticas (y se sabe que todo encierro, como también dogma o verdad totalitaria, enloquecen), la negación del Otro en y a través de la palabra y del lenguaje políticos constituye nuestro bien histórico y cultural menos preciado (desde el advenimiento arrasador de la Conquista española frente a universos precolombinos y afrodescendientes). Esto, en términos generales.

En términos particulares, ahora que las contradicciones históricas que vivimos se han agudizado –ante los escándalos de la derecha paraca y paranoide y sus millares de crímenes; ante la criminalización de las finanzas de la guerrilla por el secuestro y el narcotráfico, entre otros factores; ante la paraquización de la vida política en las regiones y el centro, con la pretención de refundar al país…--, el lenguaje, los discursos políticos, son producto de pulsiones de muerte, en la negación del Otro como sujeto social y político, y como sujeto simbólico en su diferencia.

Estas posiciones ideológicas sin sentido –el sentido se construye precisamente en la oposición de valores y la conjugación de las diferencias--, serían no solamente irrisorias, cuanto patéticas, sádicas, perversas y destructivas. “El Otro me vale nada”, como la vida misma.

Así, en el ejercicio de la palabra de unos y otros, trátese del discurso gobiernista, el liberal de oposición, el oposicionista de izquierda o de derecha, se recurre –como figura ideológica mayor, advertía un Barthes--, al silogismo. A todo tipo de silogismos mecanicistas, veristas, de poca monta, bajos, intestinos, pero eficaces. Los produce el señor Presidente al negar a la oposición que otrora esgrimió las armas para cambiar el sistema, al calificarlos de terroristas vestidos de civil; los produce la oposición de izquierda y liberal o social demócrata, cuando cuestiona el pasado familiar y personal del mandatario; los produce la guerrilla al oponerse a la clase del poder y de la riqueza burguesa, redimensionando otro país imaginario de igualdades impuestas desde un Estado militar, dogmático y a la vez psicótico; los producen los paracos para justificar el vacío del Estado, sus crímenes de lesa humanidad y todo tipo desmanes a punta de fusiles y motosierras; los producen los responsables de la parapolítica, al razonar y explicar sus nexos con los violentos y criminales para alzarse con el poder en Congreso, gobernaciones y alcaldías; los producen quienes, desde la presidencia, los ministerios y el Congreso, fueron financiados por el cartel de Cali y juzgados en el proceso 8.000, y ahora se afirman en la cosa juzgada.

Estos discursos de la negación signan la muerte o bien la inexistencia del Otro. Lapidarios, desprecian la vida, desprecian su sociedad pasada, presente y futura, se desprecian a sí mismos. Sus sujetos, al hablar y actuar, son terroristas… O mejor, en el contexto del mundo de la política, sado-masoquistas. Casos de salud pública… Colombia toda será un babilónico e interminable psiquiátrico, lo afirmaría todo silogista.

Moralistas de comienzos de siglo

Preguntas sobre comportamientos sociales

Personajes de fuego y nieve en la geopolítica colombiana y continental.


por Carlos Vásquez – Zawadzki


“Nuestro siglo quizás haya sido hipócrita,
pero asimismo amoral”,

Umberto Eco


Moralistas VS. Utopistas

En ¿Por qué escribo?, inteligente libro de aforismos de Darío Botero Uribe editado en el 2001 por la Universidad Nacional y la ESAP –hermosa edición ilustrada por el Maestro Dioscórides e impresa en papel Emerald Stone en cromatismos granizo, banana, arena y avellana— el autor colombiano distingue moralistas de utopistas. Así, “los moralistas predican que la vida es sufrimiento; su Dios hambriento de sacrificios exige la autoflagelación”; en cambio, el utopista, “recomienda una vida centrada en un proyecto de vida creador y realizador del talento particular de cada individuo; pero como complemento hay que utilizar todas las formas de erotismo, de gratificación, de fomento de la alegría; una economía del placer que busca el goce sin excesos para ahorrar todo lo posible el sufrimiento”. Botero Uribe regresará en su libro en diferentes oportunidades sobre el/ los utopistas, confrontándolos al racionalista, al gran pensador o filósofo, etcétera.

En estos comienzos de siglo y milenio, los moralistas se multiplicarían y expresarían como políticos, fiscales, comunicadores, periodistas, en fin, sociedad civil... Más aún, se comunicarían con el país colombiano desde el Congreso, el gobierno, las empresas, las Cortes, los gremios, las páginas editoriales, las cátedras...

Su prédica en lugar de clarificar los problemas nacionales, regionales y locales –violencia, justicia social, guerrilla, paramilitarismo, corrupción, mafias...— nos confundiría. Su goce en el dolor se proyectaría a sus semejantes: para no aparecer como masoquistas o perversos, se escudarían en una doble moral, en simulacros de moral personal y pública. Ese sería su ‘talento’, diferente en las pulsiones de vida creadora que pone en juego el utopista de Botero Uribe.

Aproximaciones ‘a mano alzada’

El moralista no nacería; el moralista se haría –hipócrita y lúcidamente-- en familia y sociedad decadentes. Dice Eco: “la hipocresía es una constante de la conciencia moral, pues ésta consiste en reconocer el bien y apreciarlo, aún si en otra parte se está haciendo el mal” (Entretiens sur la fin du siècle, Fayard, Paris, 1998).

El moralista aquel que, analíticamente, no está ni puede estar libre de culpa y desea tirar(nos) la primera y última piedras, busca dividir el mundo social en dos bandos irreconciliables, polarizados, excluyentes. Su mejor que es pésima conciencia, claro está, lo lleva siempre a alinderarse en el cartel de los buenos del sistema.

Este personaje –hombre o mujer— es su propio enemigo secreto, pero reprimido. Sus sueños inquietantes, en corto circuito, están poblados de pesadillas y fantasmas angustiosos. Parecería que de su propio barco infestado de piratas amotinados, sentenciosos y vengativos, estuviese a punto de saltar al mar invisible de tiburones nocturnos. Ignora ser mandíbula desgarradora, y se pretende capitán comprensivo.

El moralista ama de maneras mágica y rabiosa las máscaras (hipócrita, recordémoslo, es todo actor). Es su ser –como las monedas que se manosean en su libre circulación— de dos o más caras. Caraleón o mejor camaleón, sabe camuflarse ante su propio espejo e imagen acusatorios, flagelantes. Uno y vario según las circunstancias, en cada horneada tiene la misma esencia mentirosa del supuesto virtuoso, y luce calientito ante los ojos hambrientos que esperan escucharlo y comerlo. Así es su mundo de apariencias en las sociedades ‘modernas’ o postmodernas.

Fabrica, pues, una identidad hacia fuera o simulacro. Dice pertenecer a la esfera de lo público. Es símil de su propio discurso en falsete. De esta manera nadie lo confunde –en la comedia de equivocaciones que es la vida social, y la vida toda— ni se extravía con su presencia que es de verdad una ausencia.

Hoy en nuestras costas no habría peligro de moros, porque creemos con ciega fe ciega que en nuestras playas blancas del Caribe y morenas del Pacífico no desembarcarían nunca los marines del Imperio. El peligro está –a lo largo y ancho de nuestra geopolítica— en los moralistas, conversos de la modernidad irrealizada en postmodernidad indeseable y globalizada, es decir, insensata.

Porque, estos se infiltran con el sigilo presupuestado y la sutil inteligencia de la hipocresía (su secreto lo llevan a cuestas como un saco de huesos sonoros y macondianos) en todas las organizaciones de derecha, centro e izquierda de estos comienzos de siglo y milenio. Infiltrados, lanzan su piedra que es todo un carro-bomba para hacer estallar la vida corporativa o comunitaria. Esa, su ‘verdad’ explosiva o implosiva, su estructura mental psicótica.

Se introducen en iglesias y partidos, fiscalías y gobiernos, en el parlamento y en las cortes, en los mismos centros de estudios y universidades de librepensadores, en fundaciones, empresas, gremios, constructoras, museos y casas de la cultura, entidades privadas y oficiales... Como un dióscuro a imagen del bíblico Dios hambriento de sacrificios, el moralista tiene el don de la doblez, y al mismo tiempo está aquí y allá –multiplicándose--, en todas partes donde los ríos de la moral suenan. Aplicado, obsesivo (se persigue así mismo sin que su espíritu oportunista se reúna con su cuerpo masoquista), quiere ser siempre el primero, la vedette o estrella sin cielo ni tierra de los justos (su mala conciencia estará al final de la cola en el juicio de la Historia).

El moralista es lobo disfrazado de legendaria abuela tierna y maternal, para inquisitoriarnos, clasificarnos y devorarnos mejor (el moralista ante el poder exige sacrificios en altares fratricidas). Esa abuela englutida de una sola tarascada –el moralista no morderá ni rasgará dos veces la misma piel ensangrentada— viviría oxigenada en su oscuro vientre: cueva de ficciones sádicas donde se cuentan historias de las riquezas de Aladino (¡ah ladino!) y sus cuarenta ladrones.

Umberto Eco nos recuerda la definición de la vida pronunciada por Shakespeare: A tale told by an idiot, full of sound and fury (una fábula plena de ruido y furor, contada por un idiota). Idiota como el moralista y sus seguidores, entre otros idiotas decadentes.

CIRCULARIDADES HISTÓRICAS

Polarizaciones sociales en Colombia

Encerrada en dicotomías y polarizaciones infernales, la geopolítica colombiana requiere romper la circularidad de la muerte y la repetición de lo mismo para refundarse intersubjetiva, colectiva, democráticamente.


por Carlos Vásquez – Zawadzki


El país, la geopolítica colombiana, se habría constituido histórica y socialmente –en un proceso de disolución humana y material permanentes-, se habría pensado culturalmente, sobre la base de oposiciones o dicotomías insuperables hasta el presente, presente de polarizaciones y horror en el que todos vivimos en este final de nuestra historia indeseada y conocida.

Estas oposiciones extremas o polarizaciones insuperables, quizás heredadas de tradiciones católicas y conservadoras absolutistas, dogmáticas, nos habrían encerrado en un movimiento casi mítico del eterno retorno de lo mismo. “Vivir para experimentar las repeticiones, la mismicidad”, es decir, para constatar en el día a día las pulsiones de muerte de toda una sociedad. Prisioneros de una o más culturas de la intransigencia, la exclusión, en fin, la conclusión y la idiotez, perdemos el tiempo del presente. Y negamos el del futuro, que reiterará el infierno sabido y vivido.

En la polaridad insalvable nos alejamos, dejamos de escuchar, negamos, no nos colocamos en el lugar del Otro.

En la polarización nos alimentamos de nuestras propias entrañas, narcisos de flores negras. O bien, somos y devenimos permanentes, incambiables, idénticos a nosotros mismos. Nos reiteramos. Nos repetimos. Nos parafraseamos. Nos detenemos psíquica, intelectual y conceptualmente, educativa, cultural y humanamente, social, política y económicamente. Nos subsumimos. Permanecemos en un estadio oral o quizás anal.

En la polarización dejamos de transformarnos. Ser otros, uno y mil. No devenimos. Nos alienamos o cosificamos. Somos fantasmales. Somos psicóticos.

En la polarización se interrumpe la comunicación con el Otro. El y los mensajes giran en redondo y soy emisor y receptor al mismo tiempo. Monólogo del ser autista y sus espejos, inaudibles y repetitivos. La polarización nos hace tautológicos (el Otro no hace presencia en mi lenguaje, como tampoco en mi sensibilidad ni en mi pensamiento). Y previsibles. Vgr. la guerra para alcanzar el poder: una re—volución, un movimiento hacia lo mismo. Dioses soles, infatuados, ya sabidos en las historias patriarcales. Simulacros. Excrementos o excremenciales, fines en sí mismos.

Rupturas en espiral

Para construir memoria y nuevos imaginarios, se regresa para re—flexionar, escuchar lo inescuchado, mirar lo borrado, traer lo abandonado en al camino, pensar lo insensato, sentir lo impensado, liberar lo reprimido, dialogar lo monologado, leer lo ignorado, nombrar lo olvidado... Pero, nunca, pasando por el mismo punto ininteligente.

Para escuchar al Otro; para entregarle al Otro y recibir de él; para dialogar y dialectizar; para interrogar qué es interrogarme o preguntarme; para sentir y pensar y ser de otras maneras –fuera del dogma, la tautología, la pulsión destructora—y salir de toda cárcel del lenguaje y del encierro de lo mismo; para inter—cambiar material y simbólicamente, estableciendo con el Otro nuevas, inéditas, reglas de juego; para equivalerme sin posturas semánticas e ideológicas del arriba o abajo, lo bueno o lo malo, lo burgués o lo revolucionario, lo liberal o lo conservador, lo aristocrático o lo popular, lo alfabeta o lo ignaro...

Para inter—relacionarnos, sin perder nuestras diferencias; para construir intersubjetividades y tejido social; para solidarizarnos con un proyecto común de justicia y paz sociales, nunca proyecto de propietarios del poder o de una razón cualquiera, capitalista o revolucionaria...

HACIA PROCESOS HISTÓRICOS POSTCOLONIALES

Sociedades de preguntas abiertas

Más o menos que modernas o postmodernas, nuestras sociedades latinoamericanas serían temporal, es decir, simultáneamente, transmodernas.


por Carlos Vásquez – Zawadzki


Ayer, en nuestras sociedades del ayer cerrado y quizás no todavía concluido, se constataba. Se constataban el y los poderes patriarcales; la y las autoridades verticales; la y las leyes, aparatos de estado e instituciones, valores, identidades, roles, sexualidad... de clase.

Hoy y mañana, en las sociedades dichas postmodernas, todo se interrogaría e interrogará. Porque no habría referentes ni tradiciones seguros para construirle sentidos a los sujetos humanos. Porque todo se transformaría en un mundo globalizado por las leyes del mercado. Porque habrían terminado todos los relatos de la Modernidad, ese proyecto de la Ilustración del siglo XVIII burgués. Porque todos los sólidos se habrían a su vez disuelto en el aire...

Nuestra especificidad sería mestiza (advertida y afirmada por el mismo Simón Bolívar) y temporalmente, simultánea. Ayer y hoy, hoy y mañana: seríamos una conjunción permanente. Una tensión (nietzscheanamente) creativa. Seríamos más o menos que Modernos o Postmodernos, transmodernos. Abiertos y cerrados. Religiosos y laicos. Gobiernistas y anarquistas. Musicales y silenciosos. Edípicos e independientes. Ignorantes y sabios. Civilizados y bárbaros...

Ese ser mestizo, multicultural, contradictorio, pasional más racional, infans y canon de madurez..., exigiría en el proceso histórico actual (y aún en la desfachatez de un final de la Historia, subsumidos en la globalización y homogenización), un proceso que apuntaría a la construcción de nuevas, desconocidas, y mejor, innombradas realidades sociales, cercanas y lejanas de las u-topías de la Modernidad no experimentada ni encarnada ni conocida ni racionalizada, una cultura en construcción de la(s) pregunta(s) abierta(s).

Sí, una cultura otra (o culturas otras) de la interrogación, misma que aborde complejidades de lo real histórico y social:

· Sobre el imposible pensamiento único, que en el siglo XX se tradujo en totalitarismos de derecha e izquierda (inclusive el socialismo capitalista)...

· Sobre el modelo de desarrollo alternativo y sostenible, integral, humano, que apunte a la justicia social, la convivialidad, la comunicación y el intercambio material y simbólico (sin negar un sadismo o violencia destructiva del Otro, consustancial del animal humano)...

· Sobre la justicia social en cuanto a oportunidades de educación, trabajo, salud, vivienda... calidad de vida, calidad cuyos parámetros deberán inquirirse y diferenciarse de las definiciones de la Agenda de la Modernidad del progreso material permanente de las burguesías y del capitalismo, centristas y globales...

· Sobre el agua que haz de beber, el aire que respiramos, los alimentos que nos constituyen, el sol que alumbra sin dañarnos...

· Sobre la misma diversidad cultural, diversidad que se definiría en diferencias y que no se subsume en una Cultura oficial y reduccionista y facilista y esencialista –en cuanto a prácticas autóctonas y demás-, cuanto rompe esquemas de identidad, cánones de comunicación, lenguajes encráticos de poder...

· Sobre el posible poder sin autoridad ética que haría o querría hacer la ‘revolución’ en nuestro lugar, más allá y acá de nuestros deseos y responsabilidades... responsabilidades y decisiones indelegables, irrepresentables, inmediables, porque ‘lo real’ lo haríamos todos y cada uno de los integrantes de la sociedad civil en la asunción de nuestros compromisos y libertad de ser...

· Sobre territorialidad, redescubriendo el espacio y el tiempo geopolíticos, la memoria, los imaginarios y lo reprimido por los mapas departamentales y nacionales que han ocultado nuestras realidades sociohistóricas...

· Sobre globalización, sin las artificiales fronteras y valores de las nacionalidades nunca constituidas ni asumidas, transmodernamente, es decir, en el enriquecimiento del patrimonio o capital simbólico del mestizaje...

· Sobre la legalización de las drogas o su despenalización, porque lo contrario –la persecución y la guerra contra las mismas- ha destruido y destruirá –por mandato o desmiramientos del país del norte- las riquezas humanas y materiales del Estado, patrimonio de todos...

· Sobre la producción de conocimientos y otro sistema educativo asistemático, filosófico, interrogador de la producción de saber (y no del saber gradual, repetitivo, adaptativo): formador de investigadores y de ciudadanos más que de profesionales –ciudadanos, formados sobre la base de una ética pública...

· Sobre la sexualidad y el erotismo, interrogador éste del sentido de la vida y de la libertad creadora...

· Sobre la biodiversidad y la(s) cosmovisione(s), en particular del universo multiétnico del Pacífico colombiano y latinoamericano...

· Sobre el y los poderes, las autoridades ya imposiblemente tradicionales... en la responsabilidad y la ética, la libertad y las diferencias, las estructuras o entidades de la comunicación horizontal, en ruptura con las estructuras y poderes –constatables, ayer, decíamos- de las sociedades patriarcales...