miércoles, 18 de marzo de 2009

Cali cultural

Carlos Vásquez – Zawadzki
cvasquez_z@cable.net.co




Los medios –impresos y audiovisuales— vienen denunciando la crisis económica de diferentes entidades culturales de la capital vallecaucana: los teatros Municipal ‘Enrique Buenaventura’, ‘Jorge Isaacs’ y Los Cristales; el Museo de Arte Moderno La Tertulia…

Los aportes anuales del Municipio son insuficientes; equipos y mantenimiento arquitectónico están en barrena; eventos y público asistente vienen también en caída libre; no se nombran directores en propiedad, etc. En algunos casos, como el de La Tertulia, las Empresas Municipales suspendieron los servicios de energía y agua…

Pero, el asunto, más que de llantos y plañideras, debe y puede abordarse con nuevos pensamientos y acciones. Ello, en una urbe de más de dos millones de habitantes que sufrió tres o más décadas de violencia destructora de los carteles del narcotráfico y sus anti valores del dinero sucio y el crimen organizado. Mismos que desolaron y arrasaron con los imaginarios de capital cultural, y luego, deportiva (décadas del sesenta al noventa).

Ahora se trata de repensar –e imaginar— la ciudad en términos de nuevas matrices –institucionales y colectivas pero asimismo individuales--, que posibiliten la construcción de nuevos intersubjetividades y sujetos, sobre la sólida base de valores para un nuevo país: justicia, solidaridad, igualdad de oportunidades, equidad de género, comunicación, paz…

Nuevos imaginarios de ciudad


Cali debe y puede formular “una política cultural para la ciudad – región”. Ello, en cuanto a conjugar, del pasado al presente, un imaginario plural en lo cultural y musical (además de lo productivo económico).

De un lado, podría pensarse en una racional inversión para la cultura por número de habitantes de la ciudad (y de la región), esto, desde la vida política del Consejo Municipal, la Asamblea Departamental y el gobierno nacional.

De otra parte, realizar un ‘pacto empresarial y bancario’, con generosos aportes descontables por impuestos, y un porcentaje de las conocidas y grandes ganancias del sector bancario.

Así, de los dos lados (además de disponer de presupuestos justos para cada una de las entidades, incluyéndose el Instituto Popular de Cultura y Bellas Artes), se establecería un fondo económico permanente, administrado por representantes de los sectores público y privado.

Los espacios/ instituciones culturales, junto con las educativas –universitarias y demás— constituirían una red que se programaría conjuntamente (¿Es utópico pensar en trabajo mancomunado en Cali y el Valle?). Una red de pensamiento y sensibilidad (una gran matriz, reitero, de intersubjetividades y subjetividades en valores), y acción: aquí iría lo formativo en la educación formal y lo formativo en lo artístico; aquí iría la educación alternativa y permanente, en lo institucional pero asimismo cotidianidad (el enriquecimiento de y en la vida de todos los días); de aquí se desprendería una concepción diferente de lo administrativo, en la gestión y en la excelencia administrativa, y en la visión de presente y futuro socio cultural. Y también, nuevas o inéditas acciones políticas, para todos y todas; una nueva polis.