Los corruptos de pensamiento
y obra
Por Carlos Vásquez
– Zawadzki
Acerquémonos
a la palabra <> y encontraremos, del lat. corrumpere, la denotación echar a
perder. Y sus sinónimos, falsear y estropear; en sentido figurativo, depravar.
A su vez, el
término <>, del lat. corruptio, es putrefacción. Asimismo, alteración. Y
figurativamente, vicio, seducción, cohecho.
Sin vestir
hábito monjeril, podemos afirmar frente a los nombres que Fiscalía, Procuraduría
y Jueces de la República arrojan al circo (romano o latino, a los que asistimos
como espectadores que gritan ‘sangre’, ‘sangre’, sangre’) de los medios de
comunicación (incluyéndose las redes sociales), ello, día a semana y semana a
mes, que estamos experimentando un Estado de vicios y realidades putrefactas.
Sin estar en
olor de santidad, asistimos a un estado de cosas en el que la Ley y las Normas
de Orden y Convivencia –en sus dimensiones éticas, privadas y públicas— se
alteran y echan a perder, hasta el punto en que individuos y organizaciones
privadas y oficiales se corrompen, y ellos, y la vida social –la nuestra— entran
en estado de putrefacción.
Como
putrefactas –es la percepción de las mayorías, tapándonos la nariz—son la
justicia y la política, amén de la economía, regida por la industria y el
sistema financiero que han conducido a una sociedad del consumo, en las
seducciones alienantes del mercado.
La justicia
politizada, corrompió a instituciones como las altas cortes, asimismo a
magistrados y jueces, echándolos a perder.
Como echado a
perder –con pocas excepciones--, está el Congreso (recuerdo ahora a Uribe Uribe
y su libro, Ser liberal no es pecado, ello en tiempos de la corrompida
hegemonía conservadora, entre 1886 y 1930).
El mismo
ejercicio de la política y sus polarizaciones bárbaras (nunca civilizatorias,
por lo cual continuamos en el siglo XIX de Sarmiento, premoderno y ciego),
polarizaciones irreconciliables pero irrisorias (sí, son para morirse de la
risa) y mediocres. Hablamos de las ‘cabezas blandas’, como las llamaba Isidoro
Ducasse.
Viciosas, la
justicia y la política, corrompidas, depravadas y luego, putrefactas. Y todos,
asistiendo a nuestro propio entierro.
Volvamos por favor a leer a Jorge Zalamea del Señor Presidente y del Gran Burumdum-Burumdá.