viernes, 16 de marzo de 2018





Ombligados de Tumaco:
resistencia Versus violencias

                             Por Carlos Vásquez-Zawadzki


   Jaime Arocha publicó en 1999, el significativo libro Ombligados de Ananse, con el subtitulo, Hilos ancestrales y modernos en el Pacífico colombiano (Universidad Nacional).

   Ananse, contextualiza Arocha, es “un animal que los esclavizados deificaron por su autosuficiencia: de su propio cuerpo teje una casa que además le sirve para procurarse alimentos” (Oakley Forbes). Arocha a su vez reafirma que “Anansí saca de sus entrañas la red que une a África con América”.

   Y añade:

   “Paradigma de astucia y supervivencia, Anansi embauca, engaña y crea el caos, pero también reta a deidades más poderosas que ella, de quienes roba el fuego para dárselo a la gente” (Gómez Rodríguez).

   Anansi puede tener cualidades masculinas y femeninas, “es de la misma filiación de Esú o […] Eshu, Exú, Elegbara, Elegba, Legba o Eléggua”, oricha liberador de esclavo y enemigo de los esclavistas. Asociado/a con el demonio –en la santería- , lo/a haría “doblemente antiesclavista”.

   Tejedora como araña, teje redes de “insurgencia, astucia y autonomía”.

   …”A principios del siglo XVIII, se consolidó el mensaje autonomista de las historias de Anansi y con las telarañas de su astucia vendría la búsqueda de la libertad aprovechando la legislación hispánica”, afirma Arocha.

   Su actuar no siempre es público: en clandestinidad, hace parte de la formación de hábitos de resistencia.

   En nuestra historia de resistir o por el contrario huir, “por cada esclavo siempre hubo un cimarrón que se encargó o de convencer al primero para que se le uniera o de ir extendiendo la rebelión”. Así, a finales del siglo XVIII, se contaban 19 núcleos esparcidos por el Caribe, el Litoral pacífico y los Valles del Magdalena, del Cauca y del Patía.

   En cantos y décimas, en relatos, en la danza y la música, hoy, se expresa el dolor de la esclavitud (…”tienes la impresión de que la herida está abierta”, afirma el juglar Boniface Ofugo, al visitar al Litoral), como también las críticas a los gobiernos y a los mandatarios de las urbes, como en el caso de Tumaco.

   Los ombligados de Tumaco –y la deidad autonomista y astuta de Anasi— se enfrentan a las 16.960 hectáreas sembradas de coca, la ciudad y región del pacífico más afectados.

   Miles de familias están inscritas para programas de sustitución del cultivo de la hoja prohibida y perseguida. Pero, la presencia del Estado es limitada.

   Los ombligados, enfrentados a los narco-cultivos, con imaginación y creatividad, con la astucia de Anansí, vislumbrarían alternativas frente a la violencia esclavizante de las disidencias de las Farc, del clan del Golfo y aún de satélites del cartel de Sinaloa.

   Lo están haciendo las mujeres –desde meses atrás, a ritmo de currulao--, luchando contra la violencia sexual (“No es hora de callar”) con el Proyecto Tumaco.

   Como también formándose en “talleres de liderazgo, redes sociales enfocadas al mundo de los proyectos productivos, planes de ahorro, finanzas personales, emprendimiento y otras habilidades humanas y profesionales que desde hoy les ayudarán a proyectarse en un mejor escenario” (P. Toro y L. Robles, sept. 2017).

   En juego, “la fuerza, el coraje y la capacidad de resiliencia que caracterizan al pueblo tumaqueño”.

   Porque como afirmaba Arocha, “la región que quizás más ha puesto a prueba la capacidad de supervivencia de Ananse y sus ombligados es el sur del Litoral Pacífico”.

   Una capacidad de supervivencia que iría más allá de la economía extractiva (oro, maderas, pesca…), encaminada a una economía autosuficiente, a través de dispositivos de pensamiento insurgente, autónomo, de sostenibilidad ecológica de mar, tierra y ríos. En pocas palabras, una futura economía liberadora.

jueves, 15 de marzo de 2018







Congreso, agonía y renacimiento
                         
                                                                  Por Carlos Vásquez-Zawadzki

                                                     “La confianza es interacción. Uno confía
                                        en las personas con las que interactúa…”, F. Botero

Agonía

   Un lugar común: la imagen negativa –vista así por el 80% de las personas encuestadas en el país—de los congresistas colombianos.

   Ello, porque no se podría confiar en la clase política, sin clase: con la corrupción y falta de valores; mediocridad y medianía intelectual; ineptitud: el caso de las inasistencias ahora castigadas por el Consejo de Estado, etc.; desconocimiento o ignorancia, y falta de formación para concebir otro país de igualdad y equidad; partidismo (más allá de la muerte de los partidos) y unidimensionalidad; carencia de autonomía y dignidad frente al Ejecutivo; ser carne de estulticia; ignorar el país en el que viven, ellos, su familia, su comunidad…; tener espíritu de egoísmo y negativismo; obsolescencia incorregible. En fin, actuar como sordos parlantes.

   Un segundo lugar común: la imposibilidad de que el Congreso –integrado por los venenosos arriba nombrados— se auto-reforme. Es decir, se transforme vital, ética, futuristamente. Es decir aún, evoluciones y rompa con su propio borramiento y desconfianza, o bien, con su ‘psicosis crónica’ (cada uno, con su pequeña verdad, ideológica, partidista, etc.).

   Al desnudo, tendrían vocación de estatuas, sin nunca llegar a ser próceres. Ni mucho menos, ciudadanos de verdad y de a pie.

Renacimiento
   La sociedad civil colombiana requiere de ciudadanos íntegros que ejerzan la política:
·        Con pensamiento filosófico, crítico y analítico, y mejor, eco-filosófico. Esto es posible, con conocimientos transdisciplinarios, modernos (en lo cultural, científico y tecnológico): una visión de desarrollo sostenible que apunte a justicia, equidad y paz sociales.
·        Constructores, individual y colectivamente de un imaginario, un Relato de país: una geopolítica de interrogantes en la que quepamos todos, en nuestras diferencias. Porque la Constitución es matriz de identidades e igualdades ciudadanas.
·        Con formación de ciudadanos legisladores, de visión universalista.
·        De imaginación/ creatividad e innovación. Por ejemplo, alternativos frente al narco-tráfico: al proponer la compra internacional de la hoja de coca y la legalización de ese estupefaciente.
·        Polémicos (de polemos, palabra), argumentativos, adultos, para ponerse en el lugar del Otro y sus razones, aceptando sus diferencias y construyendo coincidencias.
·        Permaneciendo en el Congreso máximo dos períodos, siempre y cuando en el segundo cuatrienio sea valorado positivamente sobre 100 puntos, según una Escala propuesta y exigida por la sociedad civil.
·        Percibiendo el mismo salario durante los cuatro años de su período. Presentando al inicio y al final su Declaración de renta.
·        Todo robo (saqueo, contrato malsano e incumplido, etc.) de recursos públicos, significaría para la clase política su ‘muerte política y ciudadana’, extensiva a tres generaciones de sus respectivas familias. El destierro y la incomunicación serían castigo ejemplarizante.
·        Concibiendo, proponiendo y convirtiendo en realidad jurídica (social e histórica) un significativo proyecto de Ley cada año, bien individual, bien colectivamente, en beneficio de la sociedad civil y sus regiones.
·        Siendo un buen ciudadano, como cualquier colombiano.
·        Deviniendo en cada palabra y acto, futuro de oportunidades y soluciones para todos.

domingo, 11 de marzo de 2018







Ombligados de Tumaco:
resistencia Versus violencias

                                                                     Por Carlos Vásquez-Zawadzki

   Jaime Arocha publicó en 1999, el significativo libro Ombligados de Ananse, con el subtitulo, Hilos ancestrales y modernos en el Pacífico colombiano (Universidad Nacional).

   Ananse, contextualiza Arocha, es “un animal que los esclavizados deificaron por su autosuficiencia: de su propio cuerpo teje una casa que además le sirve para procurarse alimentos” (Oakley Forbes). Arocha a su vez reafirma que “Anansí saca de sus entrañas la red que une a África con América”.
   Y añade:

   “Paradigma de astucia y supervivencia, Anansi embauca, engaña y crea el caos, pero también reta a deidades más poderosas que ella, de quienes roba el fuego para dárselo a la gente” (Gómez Rodríguez).

   Anansi puede tener cualidades masculinas y femeninas, “es de la misma filiación de Esú o […] Eshu, Exú, Elegbara, Elegba, Legba o Eléggua”, oricha liberador de esclavo y enemigo de los esclavistas. Asociado/a con el demonio –en la santería- , lo/a haría “doblemente antiesclavista”.

   Tejedora como araña, teje redes de “insurgencia, astucia y autonomía”.

   …”A principios del siglo XVIII, se consolidó el mensaje autonomista de las historias de Anansi y con las telarañas de su astucia vendría la búsqueda de la libertad aprovechando la legislación hispánica”, afirma Arocha.

   Su actuar no siempre es público: en clandestinidad, hace parte de la formación de hábitos de resistencia.

   En nuestra historia de resistir o por el contrario huir, “por cada esclavo siempre hubo un cimarrón que se encargó o de convencer al primero para que se le uniera o de ir extendiendo la rebelión”. Así, a finales del siglo XVIII, se contaban 19 núcleos esparcidos por el Caribe, el Litoral pacífico y los Valles del Magdalena, del Cauca y del Patía.

   En cantos y décimas, en relatos, en la danza y la música, hoy, se expresa el dolor de la esclavitud (…”tienes la impresión de que la herida está abierta”, afirma el juglar Boniface Ofugo, al visitar al Litoral), como también las críticas a los gobiernos y a los mandatarios de las urbes, como en el caso de Tumaco.

   Los ombligados de Tumaco –y la deidad autonomista y astuta de Anasi— se enfrentan a las 16.960 hectáreas sembradas de coca, la ciudad y región del pacífico más afectados.

   Miles de familias están inscritas para programas de sustitución del cultivo de la hoja prohibida y perseguida. Pero, la presencia del Estado es limitada.

   Los ombligados, enfrentados a los narco-cultivos, con imaginación y creatividad, con la astucia de Anansí, vislumbrarían alternativas frente a la violencia esclavizante de las disidencias de las Farc, del clan del Golfo y aún de satélites del cartel de Sinaloa.

   Lo están haciendo las mujeres –desde meses atrás, a ritmo de currulao--, luchando contra la violencia sexual (“No es hora de callar”) con el Proyecto Tumaco.

   Como también formándose en “talleres de liderazgo, redes sociales enfocadas al mundo de los proyectos productivos, planes de ahorro, finanzas personales, emprendimiento y otras habilidades humanas y profesionales que desde hoy les ayudarán a proyectarse en un mejor escenario” (P. Toro y L. Robles, sept. 2017).

   En juego, “la fuerza, el coraje y la capacidad de resiliencia que caracterizan al pueblo tumaqueño”.

   Porque como afirmaba Arocha, “la región que quizás más ha puesto a prueba la capacidad de supervivencia de Ananse y sus ombligados es el sur del Litoral Pacífico”.

   Una capacidad de supervivencia que iría más allá de la economía extractiva (oro, maderas, pesca…), encaminada a una economía autosuficiente, a través de dispositivos de pensamiento insurgente, autónomo, de sostenibilidad ecológica de mar, tierra y ríos. En pocas palabras, una futura economía liberadora.

viernes, 9 de marzo de 2018






Congreso, agonía y renacimiento

                                                                                           Por Carlos Vásquez-Zawadzki




                                 “La confianza es interacción. Uno confía
                                 en las personas con las que interactúa…”, F. Botero

Agonía

   Un lugar común: la imagen negativa –vista así por el 80% de las personas encuestadas en el país—de los congresistas colombianos.

   Ello, porque no se podría confiar en la clase política, sin clase: por la corrupción y falta de valores; mediocridad y medianía intelectual; ineptitud: el caso de las inasistencias ahora castigadas por el Consejo de Estado, etc.; desconocimiento o ignorancia, y falta de formación para concebir otro país de igualdad y equidad; partidismo (más allá de la muerte de los partidos) y unidimensionalidad; carencia de autonomía y dignidad frente al Ejecutivo; ser carne de estulticia; ignorar el país en el que viven, ellos, su familia, su comunidad…; tener espíritu de egoísmo y negativismo; obsolescencia incorregible. En fin, actuar como sordos parlantes.

   Un segundo lugar común: la imposibilidad de que el Congreso –integrado por los venenosos arriba nombrados— se auto-reforme. Es decir, se transforme vital, ética, futuristamente. Es decir aún, evolucione y rompa con su propio borramiento y desconfianza, o bien, con su ‘psicosis crónica’ (cada uno, con su pequeña verdad, ideológica, partidista, etc.).

   Al desnudo, tendrían vocación de estatuas, sin nunca llegar a ser próceres. Ni mucho menos, ciudadanos de verdad y de a pie.

Renacimiento

   La sociedad civil colombiana requiere de ciudadanos íntegros que ejerzan la política:

·        Con pensamiento filosófico, crítico y analítico, y mejor, eco-filosófico. Esto es posible, con conocimientos transdisciplinarios, modernos (en lo cultural, científico y tecnológico): una visión de desarrollo sostenible que apunte a justicia, equidad y paz sociales.

·        Constructores, individual y colectivamente de un imaginario, un Relato de país: una geopolítica de interrogantes en la que quepamos todos, en nuestras diferencias. Porque la Constitución es matriz de identidades e igualdades ciudadanas.
·        Con formación de ciudadanos legisladores, de visión universalista.

·        De imaginación/ creatividad e innovación. Por ejemplo, alternativos frente al narco-tráfico: al proponer la compra internacional de la hoja de coca y la legalización de ese estupefaciente.

·        Polémicos (de polemos, palabra), argumentativos, adultos, para ponerse en el lugar del Otro y sus razones, aceptando sus diferencias y construyendo coincidencias.

·        Permaneciendo en el Congreso máximo dos períodos, siempre y cuando en el segundo cuatrienio sea valorado positivamente sobre 100 puntos, según una Escala propuesta y exigida por la sociedad civil.

·        Percibiendo el mismo salario durante los cuatro años de su período. Presentando al inicio y al final su Declaración de renta.

·        Todo robo (saqueo, contrato malsano e incumplido, etc.) de recursos públicos, significaría para la clase política su ‘muerte política y ciudadana’, extensiva a tres generaciones de sus respectivas familias. El destierro y la incomunicación serían castigo ejemplarizante.

·        Concibiendo, proponiendo y convirtiendo en realidad jurídica (social e histórica) un significativo proyecto de Ley cada año, bien individual, bien colectivamente, en beneficio de la sociedad civil y sus regiones.

·        Siendo un buen ciudadano, como cualquier colombiano.

·        Deviniendo en cada palabra y acto, futuro de oportunidades y soluciones para todos.