viernes, 9 de marzo de 2018






Congreso, agonía y renacimiento

                                                                                           Por Carlos Vásquez-Zawadzki




                                 “La confianza es interacción. Uno confía
                                 en las personas con las que interactúa…”, F. Botero

Agonía

   Un lugar común: la imagen negativa –vista así por el 80% de las personas encuestadas en el país—de los congresistas colombianos.

   Ello, porque no se podría confiar en la clase política, sin clase: por la corrupción y falta de valores; mediocridad y medianía intelectual; ineptitud: el caso de las inasistencias ahora castigadas por el Consejo de Estado, etc.; desconocimiento o ignorancia, y falta de formación para concebir otro país de igualdad y equidad; partidismo (más allá de la muerte de los partidos) y unidimensionalidad; carencia de autonomía y dignidad frente al Ejecutivo; ser carne de estulticia; ignorar el país en el que viven, ellos, su familia, su comunidad…; tener espíritu de egoísmo y negativismo; obsolescencia incorregible. En fin, actuar como sordos parlantes.

   Un segundo lugar común: la imposibilidad de que el Congreso –integrado por los venenosos arriba nombrados— se auto-reforme. Es decir, se transforme vital, ética, futuristamente. Es decir aún, evolucione y rompa con su propio borramiento y desconfianza, o bien, con su ‘psicosis crónica’ (cada uno, con su pequeña verdad, ideológica, partidista, etc.).

   Al desnudo, tendrían vocación de estatuas, sin nunca llegar a ser próceres. Ni mucho menos, ciudadanos de verdad y de a pie.

Renacimiento

   La sociedad civil colombiana requiere de ciudadanos íntegros que ejerzan la política:

·        Con pensamiento filosófico, crítico y analítico, y mejor, eco-filosófico. Esto es posible, con conocimientos transdisciplinarios, modernos (en lo cultural, científico y tecnológico): una visión de desarrollo sostenible que apunte a justicia, equidad y paz sociales.

·        Constructores, individual y colectivamente de un imaginario, un Relato de país: una geopolítica de interrogantes en la que quepamos todos, en nuestras diferencias. Porque la Constitución es matriz de identidades e igualdades ciudadanas.
·        Con formación de ciudadanos legisladores, de visión universalista.

·        De imaginación/ creatividad e innovación. Por ejemplo, alternativos frente al narco-tráfico: al proponer la compra internacional de la hoja de coca y la legalización de ese estupefaciente.

·        Polémicos (de polemos, palabra), argumentativos, adultos, para ponerse en el lugar del Otro y sus razones, aceptando sus diferencias y construyendo coincidencias.

·        Permaneciendo en el Congreso máximo dos períodos, siempre y cuando en el segundo cuatrienio sea valorado positivamente sobre 100 puntos, según una Escala propuesta y exigida por la sociedad civil.

·        Percibiendo el mismo salario durante los cuatro años de su período. Presentando al inicio y al final su Declaración de renta.

·        Todo robo (saqueo, contrato malsano e incumplido, etc.) de recursos públicos, significaría para la clase política su ‘muerte política y ciudadana’, extensiva a tres generaciones de sus respectivas familias. El destierro y la incomunicación serían castigo ejemplarizante.

·        Concibiendo, proponiendo y convirtiendo en realidad jurídica (social e histórica) un significativo proyecto de Ley cada año, bien individual, bien colectivamente, en beneficio de la sociedad civil y sus regiones.

·        Siendo un buen ciudadano, como cualquier colombiano.

·        Deviniendo en cada palabra y acto, futuro de oportunidades y soluciones para todos.

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