lunes, 25 de agosto de 2008

Un hombre muy viejo, sin alas y sabio


por Carlos Vásquez – Zawadzki




José del Rosario, nacido el 5 de marzo de 1881, según certifica con verosimilitud su cédula de ciudadanía, es hombre de 127 años cumplidos en olor de libertad y autonomía desde su décimo primer aniversario, cuando decidió tomar su centenario y hoy legendario destino en sus fuertes y gruesas manos independientes.

Desde las infinitas imágenes y voces que permanecen tatuadas, palpitantes en su memoria, recuerda José del Rosario algunos principios de vida que, afirmativa y lúcidamente, le permitieron llegar a ser el colombiano más viejo del planeta:

· Alejarse con decisión de las tentaciones y vagabunderías de las ciudades, grandes o pequeñas, y permanecer en medio de la Naturaleza.

· En este sentido, estar retirado de los brutales –y lacerantes, añadimos nosotros- ruidos que producen las urbes modernas.

· Amar el silencio por sobre todas las cosas y personas.

· Beber en solitario “ron fermentado a base de panela, y en el recipiente, introducir una herradura caliente” (consejo de un Dionisos del trópico).

· Trabajar con libertad y en autonomía, todo el día y todos los días.

· Desarrollar la fuerza de un buey, y su sostenida y permanente resistencia.

· Caminar, precisa y pausadamente, como los respetables bueyes lo enseñan, siendo capaces de llevar sobre los hombros un bulto de comestibles durante doce horas y soportarlo de un pueblo a otro.

· Reír – se. Hacerle bromas a quienes nos rodean.

· Y volver a reír, y nunca participar en una guerra, mucho menos si se trata de guerras fratricidas (y de un siglo a otro como las colombianas).

· Completar 24 hijos e hijas, y vivir con más ganas que todos ellos. Aquellos serán concebidos en sólo dos mujeres de prolíficos vientres, una llamada Epifanía, y la segunda, Susana.

En definitiva: caminar siempre; buscar independencia y silencio; internarse en la Naturaleza y vivir existencialmente sus ritmos y tiempos; devenir y permanecer fuertes, trabajar, trabajar y trabajar; ser bromista y reír; abandonar estas ciudades malditas de vagabunderías y borrachos…

Y por último: “estar con Dios y no pensar en lo malo”.

Estos, los Mandamientos para una eterna juventud de José del Rosario…

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