El dedo pulgar y la
democracia
Por Carlos Vásquez – Zawadzki
Afirman los
antropólogos (evolucionistas) que el dedo pulgar, para el homo sapiens hasta el presente, por oposición al resto de los dedos
de la mano, posibilitó la elaboración y la aprehensión de herramientas y el
desarrollo, tanto del ser humano como de las sociedades actuales.
La oposición
es contraste entre dos cosas contrarias. O bien posición de una cosa frente a
otra.
De la oposición
de cosas, ideas, conceptos, visiones, saberes, comportamientos (para no hablar
de ideologías), surgen las diferencias. Y de las mismas, tête-à-tête, la posibilidad de nombrarlas y conocerlas y hacerlas
realidad.
Es, siguiendo
la metáfora del pulgar (Pulgarcito es, una extensión cuando se trata de la
estatura de los infantes), desear un ´mano a mano´ en la política colombiana.
Juego de
oposiciones, juego de contrastes entre cosas contrarias, juego de diferencias.
En este juego
–pasando al ´mano a mano´ de la vida política (de polis, ciudad)--, se producen las diferencias, a su vez nacidas de
contrastes, a su vez originadas en cosas contrarias, digamos diversas visiones
de país.
Perciba
usted, en el juego ciencia, el ajedrez, las blancas y las negras. Pero, una vez
iniciada la partida, el valor de cada pieza depende de su lugar en el tablero y
de todas las demás piezas contrastadas y opuestas a las fichas del adversario.
Un peón o un caballo, con inteligencia o sagacidad o conocimiento, pueden
llegar a tener tanto o más valor que una reina, y pueden coronar.
Ahora bien,
en el tablero de la democracia colombiana, el juego (y estatuto, su estar y
ser) de la oposición política, que sería fuente y garantía de la misma
democracia participativa en la que todos jugamos, hasta ahora, la Constitución
del 91, carecería en sus manos y en el ´mano a mano´ diario, de fuertes y
sabios dedos pulgares.
Por ello, se
escribe en la prensa, que “la Corte Constitucional tiene en sus manos darle el
aval al estatuto de la oposición política” (El Espectador, 6-10, p.6).
Después de 26
años, podríamos todos tener manos con pulgares decisivos y ser ciudadanos en
ejercicio, con posibilidad de jugar el juego de la oposición política, es
decir, con opciones de gobernar (eso sí, con manos limpias). Diferenciarnos
frente al poder de un gobierno voraz o inepto, omnipotente o corrupto.
Controlarlo, ser alternativa.
Alternativa
frente a la guerra y la injusticia, la estulticia y la corrupción, moviendo
fichas en el tablero de la vida cotidiana, para ganar la partida de la paz
constructiva, que es la de una sociedad adulta de la equidad y la comunicación.
Una sociedad de ciudadanos, más que de profesionales y aún de creyentes.
Empuñémosla y
levantemos el pulgar, como símbolo de un nuevo país. O bien, entre pulgar e índice,
sujetemos el voto por quien conduzca la nación a la prosperidad para todos los
colombianos, deseosos de justicia social y esperanza.
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