viernes, 20 de junio de 2008

Alape, ¿una biografía inútil de Tirofijo?


Arturo Alape, riguroso y metódico investigador y narrador de las formas de poder en la Colombia de los siglos XX y comienzos del XXI –sus lenguajes, instituciones, sujetos y acciones- y quien escribiera, como se sabe, “El Bogotazo – memorias del olvido”, publicó en dos volúmenes una biografía inconclusa de Tirofijo.

El primero, “Las vidas de Pedro Antonio Marín – Manuel Marulanda Vélez – Tirofijo, 1989; y el segundo, “Tirofijo: los sueños y las montañas (1964-1984)”, 1994. En estos, la voz del investigador – historiador se hace narrativa y se entreteje a una multiplicidad de voces populares, además de las guerreras. Una de ellas, la de Pedro Antonio Marín: su lenguaje es testimonio de vida, recuerdos desde la Guerra de los mil días hasta su momento, historias de la memoria familiar y colectiva, metáforas y sueños de la geografía colombiana. La ‘biografía del guerrero’ lo propone como un personaje público de determinante y positiva dimensión histórica contemporánea. Ello, hasta 1984.

Pero, más tarde vendría el Caguán. En ese lapso, la zona de despeje se constituiría en el ‘hueco negro’ de las Farc-EP. Un hueco negro, como aquellos que fagocitan estrellas y al parecer galaxias enteras, en el universo de la lucha política y contrainsurgente: tres años y algunos meses de involución, más que revolución de izquierda, que devoraron y desaparecieron las últimas utopías de un posible país de justicia social, en la combinación de todas las formas de lucha.

En primer y último términos, porque el valor y la defensa de la vida no era (y quizás no lo será para las Farc) una propuesta fundamental para construir un nuevo país. Lo que imperó en el discurso y las acciones (de lado y lado, es cierto) fue la razón instrumental: la lógica del Poder, a toda costa. En seguida, porque en la Torre de Babel del Caguán, los representantes de la guerrilla fariana no sólo se limitaron a formular soluciones generales del conflicto social, cuanto no tuvieron un lenguaje conceptual y argumental para una nueva geopolítica de justicia económica y equidad sociocultural.

En palabras de un J. Baudrillard, las conversaciones de paz en el Caguán habrían sido un ‘simulacro’ de formulaciones retóricas conducentes a un supuesto nuevo país.

Los miles de kilómetros del despeje (a contrario de la experiencia de Ríochiquito narrada por Alape, donde “se desarrolló un sistema agrario de enorme interés sociopolítico y que es en esencia la teoría marxista de la no propiedad, particularmente similar con el sistema comunitario del manejo de la tierra propio de las antiguas parcelaciones indígenas con influencia quechua”), no construyeron el espacio, y el tiempo, para de-mostrar un modelo factible –un macrocosmos regional- de nuevas realidades sociopolíticas, económicas y culturales.

Así, el peor enemigo de las FARC –más allá de su violencia destructora de vidas y riquezas materiales, y financiamientos perversos- fue su propio vacío conceptual y argumental, es decir, la afirmación de su lógica guerrerista y razón instrumental y psicótica (su Verdad, dogmática y cerrada), el insustentable e insostenible juego del ‘simulacro’, su insignificancia política y silencio de la palabra inteligente. En fin, su lugar vacío pero violento como organización insurgente. En 44 años de lucha, todo cambió para bien o para mal en el país, para que nada cambiara en las FARC. ¡Un fiasco histórico! ¡Un legado inútil de estulticia!

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