jueves, 22 de mayo de 2008

Impuesto al patrimonio, para la paz

Carlos Vásquez – Zawadzki


Las cifras son lógica pero a la vez perversa, psicóticamente contundentes.
El rubro de inversión del Ministerio de la Defensa es de 5’6 billones de pesos. Esa cifra no la contamos los colombianos y las colombianas sumando todos los dedos de las manos.
Y lo recaudado por impuesto al patrimonio es del orden de los 8’2 billones. Como contar en noche sin luna estrellas en el firmamento.
Este impuesto de ley al patrimonio es para hacer más fuertes los fortísimos hombres en armas de la seguridad democrática. Hombres que crecen año por año en número y en armamento y tecnología. El propósito, haciendo la guerra, fuego contra fuego, llegar un día a establecer diálogos de paz, y quizás, firmarla, con la entrega por parte de la guerrilla de las armas y el silencio definitivo de las mismas.
Ahora bien, con 5’6 billones, y en poco menos de seis meses, llegarán al país militar y su lógica de acciones guerreras en busca de la paz remota: 25 helicópteros, 13. 000 armas, 8. 000 fusiles, 187 camiones blindados y 8 aviones Supertucanos. Todo esto reforzará al ejército, la armada, la fuerza aérea y la policía nacional. El restante del recaudo fiscal se invertirá en logística y mantenimiento.
Pero, ante tanta alegría o euforia armamentista y pechos inflados, ciudadanos y ciudadanas sin imaginarios de guerra supuestamente victoriosa al alcance de las manos y las balas, nos preguntamos en nuestra ingenuidad confesable:
¿Establecerían, Gobierno y Congreso, un impuesto al patrimonio –tanto o más jugoso que los 8’2 billones recaudados para la guerra- apuntando a la justicia, la equidad o igualdad de oportunidades para todos y todas, y la paz?
Un impuesto así, por una sola vez, para hacer una reforma agraria fundamental, y hacer una revolución verde y tenencia de la tierra en manos campesinas para un país sin hambre a corto plazo.
Un impuesto así, para transformar el sistema de valores educativo, escolar y universitario, formando ciudadanos y ciudadanas honestos y justos, autónomos y responsables; estudiosos y en formación permanente. Investigadores, verdaderos productores de conocimientos alternativos. Docentes eco-filosóficamente formados a su vez y pedagogos de la liberación, la dignidad, la comunicación, la alteridad y el respeto de las diferencias.
Un impuesto así, para generar trabajo –desde iniciativas de producción de riqueza familiar, grupal o asociada y empresarial, ésta última con responsabilidad ambiental y social.
Un impuesto así para construir, en fin, el país deseado.

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