jueves, 22 de mayo de 2008

Una nueva sociedad civil

Desobediencia, resistencia y organización de la Sociedad civil frente al Estado y los actores del conflicto.


por Carlos Vásquez – Zawadzki


Otra sociedad colombiana –inédita, desconocida y quizás utópica- se construiría y construiríamos justa y democrática, sin delegar responsabilidades en el Estado ni en cualquiera de los actores implicados en el conflicto (los de la izquierda como los de la derecha). Y en primer lugar, sin delegar nuestras responsabilidades en la clase política y política-empresarial, causa efectiva histórica del colapso y disolución del país colombiano del presente.

Ello, para refundar una sociedad civil responsable –críticamente responsable-, dinamizada en la participación política y anclada en una ética pública y privada, incuestionable.

Desde la Independencia y la República de los Generales en el poder, y más determinantemente desde mediados del siglo XIX con el proyecto liberal (desmonte jurídico del Estado colonial, cambio de ciertas instituciones acorde con la clase que comandaría la hegemonía, fortalecimiento del y de los poderes regionales, liberalización económica y del mercado opuesta a las demandas del artesanado, descentralización de rentas públicas, abolición de la esclavitud, desamortización de bienes de manos muertas, atribución de poderes al parlamento...), nuestra ‘democracia’ habría sido formal.

Nada, nada más que una democracia formal: sociedad de injusticias y exclusiones, de ayer y hoy en la Historia. Y representativa desde el punto de vista político, en la cual contados sujetos patriarcales (el voto femenino se hizo realidad sólo a partir de 1957), mediaban a la vez que consolidaban para sí y la clase en el poder, el orden social –económico, político, jurídico, cultural, educativo...- de injusticias y exclusiones existentes.

Si bien la Constitución Nacional de 1991 se habría pensado, dialogado y redactado de forma horizontal –por oposición a la centralista de 1886 y su correlato teocrático, el Concordato con la iglesia católica, la delegación en la misma del proyecto otrora republicano de la instrucción y la formación públicas y privadas y la imposición de una cultura nacional de la intolerancia--, redactado, decimos, de los vórtices al centro y viceversa, descentralizante a partir de una visión otra del espacio humano y geopolítico, la mediación –las seculares delegación y representación políticas de la sociedad civil-, volvió a centrarse en sujetos ideológicos inmodificables, con puntuales excepciones.

Mismos sujetos políticos que siguen directrices –en su mayoría- de la lógica económica del mercado, neoliberal (además de considerar el patrimonio del Estado, nuestros bienes comunes y públicos, como un botín, situación que desde el Frente Nacional y su exclusión clasista de la oposición política generó la corrupción sistemática de los llamados ‘cuellos blancos’ y el saqueo del Estado), lógica del mercado cristalizada en gremios poderosos, monopolios y oligopolios, y por extensión y conjugación, en los grandes capitales y mercados de la globalización postmoderna.

En ruptura con lo anterior se propone hoy el siguiente ‘axioma’, conducente a posibilitar, abrir y consolidar procesos sociopolíticos, económicos y culturales: Ningún sujeto político tradicional nos representa. Asumiríamos así, directamente, metiendo al fuego nuestras propias manos y conciencia, en una dimensión axiológica de liberación y libertad, nuestro destino y nuestros ser y hacer de todo orden. Autónoma, libremente.

Sí, en la gestación de una cultura política de las diferencias y los consensos, éticamente actuantes en un desconocido saber-hacer y en el ser, sociales e individuales. Terra ignota, la de la justicia y la convivialidad. No deleguemos –en y desde la sociedad civil, sus desobediencias, resistencias y organizaciones-, luego, la existencia del Estado actual y su institucionalidad clasista, dejarían de tener razón y sentido de manera definitiva.



No hay comentarios: